Recuerdo
los viajes de mi niñez a Montevideo, con mis Padres, donde a la alegría del
viaje se sumaba la importancia de los barcos que unían Buenos Aires a Colonia o
a Montevideo, algunas veces viajando de noche en el vapor de la carrera.
Cuando mis hijas eran chicas viajamos varias veces con destino final Punta del Este, pero hacía mucho tiempo que no iba de vacaciones alla y cuando mi hija mayor me propuso la idea que Estela y yo fuéramos con ella y mi nieto Ramón a una casa en Santa Mónica un lugar a pocos kilómetros de José Ignacio, me gustó la idea, no quise dejar a Tito, mi perro, mi amigo, de los últimos casi 8 años.
Tito a los pocos dias de llegar a casa con Camila |
Me
sugirieron que lo dejara al cuidado de alguien pero yo no quise dejarlo al
cuidado de nadie, ya que era mayor, y pensé que no se iba a sentir bien y que íbamos
a ser muy felices compartiendo estas pequeñas vacaciones, paseando por la
arena, la playa.
Corrí para
cumplir los requisitos que pedían para viajar, vacunas, análisis, etc. Y gracias
a la ayuda de su veterinario, logre hacerlo para la fecha de salida.
Pero el
destino nos jugó una mala pasada, la semana pasada (el 10 de enero) subimos al
buquebus Eladia Isabel, rumbo a Colonia y todo comenzó a “funcionar” mal.
Las
personas que guiaban la subida de los autos, probablemente, por el trabajo, la
cantidad de gente, el calor y el muy mal servicio, lo hacían mecánicamente y sin muchas
explicaciones, me prohibieron subir a la cubierta a Tito, según ellos, por
pesar más de 5 kg, tenía que viajar dentro del auto, (Tito pesaba apenas 10 kg)
y cuando pedí para embarcar en una fila de costado para poder entrar al auto
para darle agua y acompañarlo, tampoco lo permitieron y ubicaron mi auto en
medio de una fila apretada de autos.
No quise bajar hasta que el que ubicaba a
mi fila de autos, se comprometió a poner un auto chico al lado del mío para que
pudiera ingresar, le agradecí, le di una propina, “que amago” a no recibirla y subí
a ver como se ubicaba el resto de mi familia.
Un rato más
tarde cuando el barco partió, baje a la bodega y trate, infructuosamente de
ingresar al auto, ya que estaba apretado por todos lados por los demás y no podía
abrir ninguna puerta, solo pude asomarme por las ventanillas que había dejado
semiabierta tratando de calmarlo y tirándole desde arriba un poco de agua, pero
Tito estaba asustado o quizás ya cansado y estaba acurrucado a los pies de mi
asiento del volante.
Durante
las 3 horas que duró el viaje baje varias veces y el solo paraba las orejas y seguía
en el mismo lugar, él no estaba acostumbrado a estar solo, durante el último
tiempo, cuando Estela no estaba bien de salud, había adelgazado mucho, ahora
que Estela mejoro, recién el recupero su peso, en casa éramos tres, Estela, yo y
Tito.
Cuando, al
fin, llegamos a Colonia, corrí al auto para esperar poder entrar y él se había colocado
con las patas traseras estiradas, como lo hacía siempre, en mi asiento, estaba
muy quieto, sentí y supe que había pasado lo peor pero no quise creerlo.
Pedí al
que organizaba la salida de los autos que permitiera y llevaran a mi familia a
subir por la planchada de cubierta, pero ni siquiera me contestaban, hasta que
con la ayuda de una buena persona lo logre y se llevaron a Estela, María Paz y Ramón,
yo no quería que lo vieran así.
Al fin
cuando se corrió el auto de al lado pude entrar y Tito estaba muerto.
Tito fue
mi amigo, mi compañero de los últimos, casi, 8 años, en febrero los iba a
cumplir.
Yo tuve, a
lo largo de mi vida, tres perros, en mi niñez y adolescencia durante 17 años la
tuve a una collie, que en mi niñez, por supuesto le puse Lassie, la llore
cuando ya era un grandote, que casi ya terminaba mi facultad de arquitectura,
cuando tuve que hacerla sacrificar porque tenía muchos tumores en sus mamas y
apenas podía respirar. La durmieron delante de mí cerca de donde vivía entonces,
en la veterinaria Sebastián.
Después más
adelante cuando mis hijas eran chicas de colegio primario, le regale a Camila
Mara una dálmata, que también nos acompañó casi 17 años, una noche tuvo
convulsiones y seguramente le fallo el corazón, dormí en el living junto a ella
y al despertarme estaba, muerta casi como dormida.
Hace 8 años,
cuando Camila todavía vivía en casa, le regalaron a un lindo cachorrito bulldog
Francés, al que llamaron Tito, Camila poco tiempo después se fue a vivir sola y
quedó con nosotros los casi 8 últimos años.
A Tito no lo pude acompañar, en sus ultimos momentos, gracias al egoísmo de algunos empresarios y de personas que trabajan en sus empresas.
Seguramente
será el último perro de mi vida, tener otro significa que probablemente, él nos sobreviviría
y sería egoísta el hacerlo.
A pesar
que mientras escribo estos “recuerdos” no puedo dejar de llorar lo recuerdo con
mucha alegría por todos los momentos que pudimos compartir, en las buenas y en
las malas.
Escribo
estos “recuerdos”, quizás, para tratar de recordarlo, quizás para que le sirva
a otras personas y quizás para que alguna gente reaccione y cambie.
Le escribí
un mail al dueño de Buquebus, Juan Carlos López Mena, que hace tiempo cuando lo
conocí en algunas notas que realice de sus barcos y terminales nuevas.
En ese tiempo lo
consideraba un emprendedor al cual le interesaba su empresa y trataba que la
gente viajara como en las viejas épocas, pero parece que el tiempo y la ambición
lo ha transformado en uno de los muchos empresarios que solo le interesa recaudar,
no de estar orgulloso de su obra, y lo hacen fundamentalmente, porque arreglan, políticos
de turno mediante, en convertirse en empresas monopólicas
El mail no
lo contesto y es este.
en mi cama, con Toto mi nieto |
con un hueso casi mas grande que el |
Una de sus últimas fotos |
Tito te vamos a extrañar, seguramente estarás jugando, en algún lado con Lassie y Mara, lejos del egoísmo de mucha gente que habita junto a nosotros.
HASTA PRONTO
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