lunes, 17 de febrero de 2020

El Kavanagh e historias de "la grieta" a principios del siglo XX





Este edificio de estilo art deco, inaugurado en 1936, de 33 pisos, 113 departamentos todos diferentes entre sí y 120 metros de altura, fue el primer rascacielos del mundo en tener aire acondicionado centralizado








contribucion de Pepe Capochorto‎ publicado en Historias Perdidas de Buenos Aires
· Edificio Kavanagh (Florida 1065, Retiro)


Ubicado sobre la Plaza San Martín, el Kavanagh fue distinguido en 1994 por la Asociación Estadounidense de Ingeniería Civil como “hito histórico internacional de la ingeniería”. 
Tal es el valor de este edificio, que en 2008 el piso 14 se vendió a un precio de 5,9 millones de dólares.

Pero este edificio es emblemático no sólo por su arquitectura, sino también porque su construcción fue parte de una venganza, ya no de sangre, sino de hormigón.

Cuenta la historia que, hacia 1920, la aristocrática familia Anchorena decidió construir la iglesia del Santísimo Sacramento para que funcione como futuro sepulcro familiar. 

La idea de la familia era que desde los balcones del palacio que habitaban (Palacio San Martín, hoy sede del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto) se viera la iglesia, por lo que la construyeron del otro lado de la plaza.

Una vez concluída la obra, planearon comprar el único lote vacío que estaba justo entre su mansión y la basílica, para construir un anexo que las uniera y que no sólo se pudiera ver desde el palacio, sino también poder acceder directamente desde la mansión.

Pero el amor metió la cola y quiso el destino que uno de los Anchorena se enamorara perdidamente de Corina Kavanagh, una joven de familia adinerada, pero que no pertenecía al selecto grupo de familias de la alta sociedad porteña: el romance no tuvo la aprobación de los Anchorena y los novios tuvieron que separarse.

Corina Kavanagh, madre de la joven despechada y humillada, se adelantó a comprar un terreno ubicado entre la mansión y la iglesia, y ordenó levantar un edificio cuyo único requisito fue que le impidiera a la familia Anchorena la vista al templo católico desde su soberbio palacio.

En sólo catorce meses fue levantado este imponente rascacielos que tiene un pequeño y estratégico pasaje lateral, el único punto de la ciudad desde donde se puede ver de frente la iglesia del Santísimo Sacramento. 
El pasaje se llama Corina Kavanagh.

martes, 4 de febrero de 2020

La "Catedral" de la avenida Las Heras - La verdadera historia contada por uno de los nietos del arquitecto Arturo Prins




El Sr. Enrique Gustavo Prins, nieto del Ingeniero y Arquitecto Arturo Prins, me envió el siguiente texto que escribió sobre los detalles de la historia y el juicio que tuvo que llevar adelante su familia por la construcción del edificio de la facultad de derecho de la Universidad de Buenos Aires sobre la Avenida Las Heras, actual Facultad de Ingeniería. Quisiera compartirlo con ustedes acompañado de algunas imágenes.
Arturo Prins 1877 – 1939
Foto extraída del Libro “Academia Nacional de Bellas Artes, 70 años de Arquitectura”

Hay un viejo dicho que algunas cosas suceden no por casualidad, sino por causalidad. 
A lo largo de mi vida, he ido comprobando con la sonrisa típica del que ve la cosa desde lejos, desde fuera de la escena, la cantidad de dimes y diretes, acerca de tu inconclusa facultad, querido abuelo: un sin fin de artículos, algunos con rigor científico, otros con la sabiduría del que se cree un experto en el tema y con el pulgar escondido en el bolsillo o al costado del chaleco, daba cátedra ante sus escuchas, en al ámbito que le tocara, o escuchar micros televisivos referidos a este tema etc., y hasta en la facultad de arquitectura me han contado alumnos que se escuchaba por boca de algún profesor, que haciéndose eco, se hacía cómplice de la tan difundida y aguda mentira de su suicidio.

Cuenta otro de tus nietos, Alberto R. Robredo, en un artículo: “Las Heras no fue un megalómano intento de Prins, como se afirmó tantas veces, sino el megalómano proyecto inconcluso de las autoridades de la Facultad de Derecho de esa época”…”Cuando dichas autoridades llamaron a concurso, lo ganó con un proyecto afín con el siglo XX, en sus primeros años. 
El Consejo de la Facultad de Derecho, lo anuló y llamó a un nuevo concurso para construir en gótico, por considerar este estilo más adecuado al Derecho”… 
“Los debates entre el arquitecto Prins y el Consejo de la Facultad fueron memorables, ya que éste sostenía que edificar gótico en pleno siglo XX era indigno para un país moderno y pujante, además de la enorme inversión que eso representaba”.

El Consejo no dio marcha atrás y Prins viajó a Europa a estudiar gótico. 
A su regreso nuevamente ganó el concurso, pero sucedió lo anticipado por él: los fondos eran insuficientes y hubo que suspender la obra del Palacio del Derecho, del que sólo queda una inconclusa muestra en Av. Las Heras, inaugurada el 22-12- 1925. 
 Por supuesto quedaron también inconcluso el pago de los honorarios. Esto derivó en un largo juicio. Y aquí viene no la casualidad sino la causalidad.


Maqueta del proyecto original


El edificio en construcción
Fuente: www.uba.ar















El edificio parcialmente inaugurado
Fuente: prinsyranzenhofer.blogspot.com.ar





El edificio en la actualidad (observen la ausencia de los techos a dos aguas, los ventanales, la crestería y los pináculos que desaparecieron en fecha desconocida)
Fuente: www.barriada.com.ar




Recorría yo una de las calles de mi actual ciudad, Rosario, viendo vidrieras o las baldosas de las veredas que pasaban por debajo, al ritmo que imprimían mis zapatos, en el acostumbrado caminar… Me detengo en uno de esos locales atestados de libros viejos, ingreso y recorro las estanterías buscando con melancolía lo que siempre algún pasado nos muestra. Tomo un libro, aún no sé qué me llevó a elegirlo, pues jamás hubiera elegido tan, para mí, árido tema: “Mi Paso por los Tribunales” de Alfredo Eymann, lo abro, voy al índice y empiezo a pasear mi vista a lo largo de los temas, 51 en total, y me detengo en uno, (me sigo preguntando porqué, porque jamás me interesé por ningún tema que tenga cualquier ítem del Derecho, o conexión con algún Tribunal): “El pleito más largo en mi vida profesional” pág.15. Busco la página 15 y comienzo a leer: (copio textualmente)



“Bien se dice que la Justicia cuando más breve, mejor. Desgraciadamente esta condición esencial unida a la buena y barata, no se cumple en nuestro país. 
Múltiple factores contribuyen a largar la dilucidación de los procesos, entre ellos el engorroso trámite de nuestros Códigos de Procedimientos y la desidia humana, en la que no siempre la responsabilidad debe recaer en los encargados de administrar Justicia. 
También es necesario involucrar a todos aquellos que comparten esa responsabilidad, como fiscales, asesores de menores, peritos y no pocas veces a los propios profesionales.

El caso es que la tónica de la Justicia se caracteriza por la lentitud, o sea que se trata de una maquinaria sumamente pesada. Esto me ocurrió en un juicio bastante famoso, el que duró en su tramitación cerca de un cuarto de siglo, para ser más preciso 22 años, o sea desde 1940 a 1962. 
Se trató del cobro de los honorarios del Ingeniero Don Arturo Prins, fallecido en el año 1939. El Sr. Arturo Prins fue un hombre de probada capacidad intelectual y vasta cultura, que ostentó los títulos de ingeniero y arquitecto, culminando su trayectoria de hombre útil a la civilidad cuando mereció ser galardonado con las palmas de miembro de la Academia de Bellas Artes. Con el Dr. Ángel Rómulo Mariano Montes de Oca, iniciamos su juicio sucesorio en representación de todos sus herederos, el que debimos suspender hasta que se resolviese el juicio por cobro de honorarios por los proyectos y dirección del edificio de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, ubicado en el amplio solar de la Avenida Las Heras, cerca de la Avenida Pueyrredón. 
Este juicio se caratuló “Sucesión Arturo Prins c/ La Nación s/cobro de honorarios” y tramitó ante la Justicia Federal.

Para que se tenga una idea de la magnitud de la labor desarrollada por el Ing. Prins, es menester hacer un poco de historia. Al comienzo de este siglo, o sea en el año 1908 más o menos, el Consejo Directivo de la Facultad de Derecho, que funcionaba en la vieja casona de la calle Moreno al 400, abrió un concurso para la construcción de un edificio que reuniera las condiciones adecuadas para el funcionamiento de esa casa de estudios en el amplio predio de la Avenida Las Heras. El concurso fue ganado por el Ing. Arturo Prinas, quien al efecto confeccionó los planos de un edificio de estilo greco-romano a semejanza de la mayoría de las construcciones de esa época con destino oficial. Hubo las consiguientes demoras para el comienzo de las obras y ello dió lugar a que el Consejo Directivo que sucedió al anterior cambiara de opinión en cuanto al estilo que debía imprimirse al edificio, resolviendo en definitiva, que debería utilizarse el gótico. Impuesto de esa variante, el Ing. Prins, después de realizar un viaje a Europa ex profeso para estudiar y tomar apuntes de las catedrales de Reims, Colonia, Chartres. Chalón-sur-Saone, etc., presentó un proyecto de edificio gótico de la Facultad de Derecho, el que fue objeto de entusiasta aprobación por parte de los señores Consejeros.

Entre las cláusulas del contrato de adjudicación de las obras, existía una por la cual el Ing. Prins recién podría cobrar sus honorarios cuando el edificio quedara habilitado. Las obras comenzaron y fueron detenidas muchas veces, la mayor parte de ellas por falta de fondos para proseguirlas. Por fin sólo se levantó la parte de su frente, sin las torres que la coronaban y quedando sus paredes sin el correspondiente revoque. Sin embargo es de admirar la gracia y armonía de ese edificio en su “maquette”, aun cuando es necesario reconocer que el edificio no se adecuaba al destino que se le quiso dar, pero ello no era culpa del Ing. Prins, sino del Consejo Directivo de la Facultad de Derecho que así lo dispuso.

Sin ver coronado tan gran esfuerzo, tal vez la obra cumbre de su vida, el edificio de la Avenida Las Heras fue habilitado tal como se encontraban las obras, pues a él se trasladó la Facultad de Derecho que funcionaba en la calle Moreno. Con la habilitación de la obra en condiciones tan precarias, quedaba expedida la vía para hacer efectivos los honorarios por parte del Ing. Prins. 
Este en vida realizó muchas gestiones en ese sentido, pero sin resultado positivo. El Dr. Ángel R. M. Montes de Oca rehusó hacerse cargo del juicio por cobro de los honorarios que correspondían al Ing. Prins, declinando ese cometido en el Dr. Eduardo H. Maglione, que había sido gran amigo de aquel y además conocía, a través de esa amistad, todos los pormenores de la gran obra. 
Todos los herederos aceptaron esa determinación del Dr. Montes de Oca aunque impusieron que la representación de ellos la ejerciera mi persona. 
Yo no conocía al Dr. Maglione, pero puedo decir que desde el primer momento de nuestra actuación, mantuvimos una cordial cooperación que perduró hasta el día de su fallecimiento, ocurrido antes que el juicio terminara.

El escrito de demanda que redactó el Dr. Maglione contenía nada menos que 50 fojas, lo que puede dar una idea de la complejidad de su contenido.
 Al iniciar la demanda, me entrevisté con el Secretario de turno ante el cual debía tramitarse y a quien le hice notar el problema que significaba la agregación de su documentación. 
Este sin valorar mayormente mi preocupación, me contestó que no consideraba que existiera ningún inconveniente en que esa documentación se acompañara con el escrito de demanda, tal como exigía y lo exige el Código Procesal. 
Sin embargo cambió de parecer cuando le manifesté que nada más que en planos tenía que agregar más de 2.000, alguno de los cuales tenían cerca de 4 metros de superficie, con los cuales estimaba que la Secretaría iba a quedar obturada.

Convinimos en llegar a un acuerdo con el Fiscal en lo Federal, en ese entonces el Dr. Bullrich Urioste y con él resolvimos practicar un inventario de todos esos planos y depositarlos en el Centro de Arquitectos para su oportuna verificación y confrontación por los peritos Ingenieros que correspondería designar. 
Así se hizo. 
Cuando se le confirió traslado de la demanda al Fiscal, este solicitó seis meses de plazo para su contestación dada la magnitud del juicio y de la enorme documentación acompañada. 
Vencido ese plazo, el Dr. Bullrich Urioste, solicitó otros seis meses más hasta llegar a un año, fecha en recién contestó dicho traslado. 
Debo aclarar que en la demanda se reclamaban los honorarios de los proyectos de edificio – el greco romano y el gótico, con sus correspondientes planos y muy distintos unos de los otros, como asimismo, la dirección de las obras de estilo gótico. 
En total su importe era de $ 1.000.000 m/n.(tener en cuenta que este libro es abril de 1973).

Al fin luego de enorme demora debido sobre todo a la prueba pericial en la que intervinieron los peritos de parte y un tercero designado por el Juzgado, obtuvimos sentencia favorable que la Cámara en lo Federal confirmó. 
Recurrido el fallo ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación por el Agente Fiscal, este alto Tribunal modificó la sentencia de Ira. Instancia y de la Cámara, con el argumento de que siendo uno sólo el edificio levantado y dirigido por el Ing. Prins, no procedía hacer lugar a la reclamación de dos proyectos de edificios distintos. 
Por consiguiente la acción en definitiva prosperó prácticamente por la mitad de lo reclamado, más sus intereses y costas de Ira. y 2da. Instancia y los de la Corte, en el orden causado.

Como la Corte Suprema en ese entonces no hacía lugar al criterio largamente reclamado de la devaluación de la moneda y su incidencia negativa en pleitos de la duración como el de que se trata, se comprenderá cuan magra resultó a la postre tanta y tan larga labor profesional y desde luego es de imaginar la desilusión de los herederos del Sr. Arturo Prins. 
Sigue redactando el Dr. Eymann: – Otra acotación al margen de ese juicio, es la de que durante su transcurso fallecieron la Sra. Carmen Llobet de Prins, esposa del Ing. Arturo Prins, mi primer letrado patrocinante el Dr. Eduardo H. Maglione. De manera que tuve que seguir el juicio hasta sus últimas instancias con el Dr. Eduardo Maglione (h).” Lo percibido alcanzó para que sus 4 hijos, sus cónyuges, y los 4 nietos de Prins, nos reuniéramos en un cordialísimo almuerzo, en un medio día de la ciudad de Buenos Aires.

En cuanto al Ingeniero y Arquitecto Arturo Prins, enfermó y terminó sus días en una habitación del entonces Sanatorio Podestá, ubicado en la esquina de la calle Uruguay y Viamonte, en el año 1939, rodeado del afecto de sus seres queridos, muy lejos de un suicidio, con la serenidad del que vivió una vida llena de vida y alegría. 
Y en cuanto al Derecho, refiere su nieto Robredo, abogado él, ” … esto le permitió, al también profesor universitario Prins, dar su lección póstuma por medio de la pluma de Rafel Bielsa, cuyo comentario de la sentencia fue el primero que planteó la injusticia de un pronunciamiento justo aniquilado en sus efectos por la inflación, con lo que puso la piedra fundamental del desarrollo de la teoría de la imprevisión y de la indexación, culminadas en la valoración colectiva de la estabilidad” .

Sea este mi homenaje a nuestro abuelo, a tan dignos letrados y todos aquellos que tomaron esta causa con la seriedad e imparcialidad también demostrada.

Enrique Gustavo Prins

lunes, 3 de febrero de 2020

Romance a la muerte de Manuel Dorrego,




por Felipe Pigna

1º de diciembre de 1828 el general unitario Juan Galo de Lavalle encabezó una sublevación contra el gobierno del coronel Manuel Dorrego a quien depuso.
 Pocos días más tarde Dorrego fue capturado y condenado a muerte sin proceso ni juicio previo. 
A continuación hemos incluido un extracto del libro Los mitos de la historia argentina 2, adaptado especialmente para El Historiador, sobre la sublevación y los sucesos que condujeron al fusilamiento de Dorrego.
Fuente: Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina 2, Buenos Aires, Planeta. 2004, págs. 160-180, adaptado para El Historiador.

Los integrantes del grupo rivadaviano, primeros endeudadores del país, tras dejar a un Estado nacional en ruinas con una situación internacional gravísima y una guerra ganada en los campos de batalla pero perdida en los papeles, se retiraron del gobierno, pero no del poder. 
Le dejaron a Manuel Dorrego una maldita herencia con mínimos márgenes para innovar o cambiar el rumbo de la economía y la política.

Al asumir su cargo de gobernador de Buenos Aires en agosto de 1827, el coronel Manuel Dorrego decía premonitoriamente: “Si algo tiene de lisonjero el destino que voy a ocupar es que viene envuelto con la feliz reorganización de nuestra provincia […]. 
La confianza con que se me ha honrado es de tan gran peso, que no me descargaré de ello sino consagrando mis escasas luces y aun mi propia existencia a la conservación y fomento de nuestras instituciones y al respeto y seguridad de las libertades. 
Para arribar a tan altos fines, mis medios serán: religiosa obediencia a las leyes, energía y actividad para cumplirlas, y deferencia racional a los consejos de los buenos. 
Para separarme del puesto que me habéis encargado, no será suficiente una resolución vuestra, sino que idólatra de la opinión pública, dado el caso que no fuera bastante feliz para obtenerla, no aumentaré mi desgracia empleando la fuerza para repelerla, ni la tenacidad o la intriga para adormecerla. 
Resignaré gustoso el mando, desde que el verdadero concepto público no secunde mis procedimientos […] La época es terrible: la senda está sembrada de espinas” 1.


Dorrego, enfrentando poderosos intereses tratará de torcer lo que muchos imaginaban como un destino manifiesto del fracaso nacional. 
Suspenderá el pago de la deuda, aplicará medidas de gobierno en defensa de los sectores populares e intentará una política de acercamiento con los gobernadores de provincia buscando evitar el naufragio y la disolución de la nación.

Una de sus primeras medidas la dictó a favor de los que siempre fueron objeto de su preocupación: se interesó por la suerte de los gauchos y peones de estancias, que padecían los efectos de la leva, sistema usado para el reclutamiento de las tropas de línea y milicias de fronteras. 
Dorrego, que venía oponiéndose sin éxito a la leva forzosa desde sus años de representante, decidió abolirla.

El principal objetivo de la política financiera de Dorrego fue terminar con la especulación que tenía como sede al Banco Nacional creado por los rivadavianos. 
Resultaba imposible seguir endeudando al país. 
Había llegado la hora de tomar medidas drásticas: se decidió entonces prohibir la exportación de metálico y negociar un empréstito interno de 500.000 pesos con un interés del 6%. Para pagar los intereses del empréstito con Baring Brothers, se planeó vender tierras públicas y se intentó la venta de dos fragatas mandadas a construir en Inglaterra. 
En septiembre de 1827 el gobernador presentó un proyecto a la Legislatura: el Estado provincial garantizaría los billetes ya emitidos, pero no se podrían emitir más.

No fue difícil para Dorrego, que se hizo cargo de las relaciones exteriores, entrar en acuerdo con los demás gobernadores. 
Él mismo era la figura más representativa del partido federal en Buenos Aires.

Dorrego trató de afirmar el apoyo inicial de los ganaderos –cuyos representantes eran mayoritarios en la Legislatura– y decretó la libre exportación de carnes. 
Con el apoyo de Rosas, quien logró un acuerdo de paz con los habitantes originarios y trató de extender la frontera sur.

En favor de las clases populares, fijó precios máximos sobre el pan y la carne para bajar la presión del costo de la vida y prohibió el monopolio de los productos de primera necesidad. 
Tuvo éxito y en febrero y marzo de 1828 el peso recuperó casi todo el valor que había perdido.

Mientras tanto, la prensa unitaria descargaba su odio contra Dorrego y el gobernador en su mensaje a la Legislatura, en septiembre, denunciaba que los accionistas de la compañía de minas, fundada en Londres por Rivadavia, habían pedido indemnización al gobierno por la suma de 52.520 libras esterlinas “inútilmente gastadas puesto que las minas no existían”. 
“La conducta escandalosa –dijo Dorrego– de un hombre público del país que prepara esta especulación, se enrola en ella y es tildado de dividir su precio, nos causa un amargo pesar.” 2 También denunció el hecho gravísimo de que el ejército de la Banda Oriental, victorioso en Ituzaingó, pasaba penurias y que los soldados no habían recibido “ropa ni paga durante los últimos siete meses”.3

El ministro inglés en Buenos Aires, habitualmente bien informado, le escribía a su jefe: “Pienso que Dorrego será desposeído de su fuerza y cargo muy pronto: sus amigos particulares comienzan a abandonarlo. El partido opositor a él parece sólo esperar noticias de Córdoba para actuar contra él”.4 (…)

A mediados de 1828, la mayor parte de la clase terrateniente, afectada por la prolongación de la guerra, retiró a Dorrego el apoyo político y económico. 
Le negó, a través de la Legislatura, los recursos para continuar la guerra, llevándolo así a transigir e iniciar conversaciones de paz con el Imperio.

Dorrego tuvo que firmar la paz con el Brasil, aceptando la mediación inglesa que impuso la independencia de la Banda Oriental. Así nacía la República Oriental del Uruguay en agosto de 1828.

La derrota diplomática de la guerra con el Brasil y el descontento de las tropas que regresaban desmoralizadas, fueron utilizados como excusa por los unitarios para conspirar contra el gobernador.

Dice muy bien Vicente Fidel López –no precisamente un admirador de Dorrego- que “el período gubernativo del coronel Dorrego comenzó y se prolongó ante una perenne conspiración. 
A pesar de ello, no hubo deportados, expatriados, ni encarcelados: a nadie se persiguió, ni hubo más represiones –y eso muy contadas- que algunos días de arresto por desacatos notorios o por riñas personales”5.

Por su parte, Guillermo Furlong sostiene que “Julián Segundo de Agüero, el íntimo y el más grande admirador y colaborador de Rivadavia y su ex ministro predilecto, reunió en una casa de la calle Parque, hoy Lavalle, el día 30 de noviembre de 1828, a los que, al siguiente día, habrían de sublevarse contra el gobernador legal de Buenos Aires, y, a los pocos días, habrían de decretar su muerte. 
Ésta habría de ser ejecutada por el general Juan Lavalle, quien, habiéndose sublevado contra Dorrego, fue consagrado gobernador, en una pantomima de elección democrática, por obra del íntimo amigo de Rivadavia, Julián Segundo de Agüero”. 6

Al amanecer del 1° de diciembre, las tropas de Lavalle, que estaban acantonadas desde la noche anterior en la Recoleta, fueron ingresando al centro de la ciudad por Florida, San Martín y Reconquista, hasta ocupar la Plaza de la Victoria.

Dorrego pronto comprendió que sus pocos efectivos no le respondían y decidió marchar en busca de auxilios. Conocía el salvajismo de sus enemigos y que la lucha sería a muerte.

Algunos de los golpistas se sintieron en la obligación de darle cierta legitimidad a su acción y frente a la capilla de San Roque armaron una farsa, a la que llamaron elecciones. Hasta allí llegó la “clase decente” de Buenos Aires y designó a Agüero “presidente del acto electoral”. 
Uno de los que se anotó como candidato fue el inefable general Carlos María de Alvear. Su popularidad arrolladora lo hizo acreedor a un voto; otro tanto sacó Vicente López. Como la cosa era demasiado poco seria, los golpistas decidieron quitarle toda seriedad para no dejar duda alguna. Fue la elección más fashion de la historia argentina. Para votar había que tener galera o sombrero de copa. 
Levantarlo o dejárselo puesto sería la forma de expresar el voto. Se volvió a votar de acuerdo a con este sistema tan particular, y Alvear volvió a sacar un voto (la crónica no aclara si fue el de su propio sombrero). López volvió a sacar un voto. 
Cuando fue preguntado “el pueblo” si votaban por don Juan Lavalle como gobernador y capitán general de la provincia de Buenos Aires, se arremolinaron los sombreros importados y así Lavalle fue elegido gobernador “por la estricta voluntad popular” de los portadores de galeras.

Investido de este modo, Lavalle prestó juramento ante el escribano mayor de Gobierno y nombró a su gabinete. Reunió a sus mejores jinetes, que sumaban unos setecientos veteranos de la guerra con el Brasil, y partió en persecución del gobernador derrocado.

Mientras toda la farsa se cumplimentaba, Dorrego llegaba a Cañuelas y se disponía a resistir. 
Se le unieron las fuerzas del general Nicolás Vedia, comandante de las costas del Salado. Muchos gauchos “vagos y malentretenidos” fueron a engrosar sus filas, haciendo caso omiso a las citaciones de los jefes unitarios.

Pronto Dorrego caía prisionero en Navarro. (…) Algunos unitarios rivadavianos se dirigieron a Lavalle opinando sobre qué debía hacerse con el gobernador depuesto y capturado. Salvador María del Carril le aconsejaba en una carta: “Prescindamos del corazón en este caso. 
La Ley es que una revolución es un juego de azar, en la que se gana la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella. Haciendo la aplicación de este principio, de una evidencia práctica, la cuestión me parece de fácil solución. 
Si usted, general, la aborda así, a sangre fría, la decide; si no, yo habré importunado a usted; habré escrito inútilmente, y lo que es más sensible, habrá usted perdido la ocasión de cortar la primera cabeza de la hidra, y no cortará usted las restantes. 
Entonces, ¿qué gloria puede recogerse en este campo desolado por estas fieras? Nada queda en la República para un hombre de corazón” 7.

La nefasta influencia del descorazonado unitario Salvador María del Carril se puede apreciar con toda nitidez en esta carta de Lavalle a Brown, donde también puede leerse la poca originalidad literaria del general golpista: “Desde que emprendí esta obra, tomé la resolución de cortar la cabeza de la hidra, y sólo la carta de Vuestra Excelencia puede haberme hecho trepidar un largo rato por el respeto que me inspira su persona. 
Yo, mi respetado general, en la posición en que estoy colocado, no debo tener corazón. 
Vuestra excelencia siente por sí mismo, que los hombres valientes no pueden abrigar sentimientos innobles, y al sacrificar al coronel Dorrego, lo hago en la persuasión de que así lo exigen los intereses de un gran pueblo”. 8

A Dorrego sólo le quedaban tiempo y ganas para escribir unas pocas cartas de despedida: “Señor gobernador de Santa Fe, don Estanislao López. 
Mi apreciable amigo: En este momento me intiman morir dentro de una hora. Ignoro la causa de mi muerte; pero de todos modos perdono a mis perseguidores. 
Cese usted por mi parte todo preparativo, y que mi muerte no sea causa de derramamiento de sangre. Soy su afectísimo amigo,Manuel Dorrego”. 9

A su esposa le decía: “Mi querida Angelita: En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir; ignoro por qué; más la Providencia Divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. 
Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. 
De los cien mil pesos de fondos públicos que me adeuda el Estado, sólo recibirás las dos terceras partes; el resto lo dejarás al Estado. 
Mi vida, educa a esas amables criaturas, sé feliz, ya que no has podido ser en compañía del desgraciado” 10.

Y a su hija: “Querida Angelita: Te acompaño esta sortija para memoria de tu desgraciado padre. 
Querida Isabel: te devuelvo los tiradores que hiciste a tu infortunado padre”. 11

El asesinato
En el elogio fúnebre, Santiago Figueredo recoge las palabras que Manuel Dorrego le dijo a su hermano Luis poco antes de morir: “No hay remedio, mis enemigos van a sacrificarme; estos ciegos ministros piden a gritos mi sangre, y ella correrá muy pronto; pero no siento tanto por mi muerte, como el descrédito y los males que amenazan a nuestra amada Patria. […] ¡Ah! Si yo pudiera morir sin que se resienta el crédito de la República, y especialmente de este pueblo, al que debo mi existencia. 
¡Si yo supiera que el borrón con que van mis asesinos a manchar la historia, había de caer solamente sobre su execrable conducta!, al menos este consuelo me haría descansar en el sepulcro; pero en ti confío, querido hermano; tú quedas y tu voz no espirará tan pronto como la mía; mientras existas, haz cuanto puedas para que no se fije este tizne sobre la reputación de nuestra amada Patria”. 12

Los temores de Dorrego no eran infundados. Lamentablemente vendrían otros asesinos a manchar la historia.

El 13 de diciembre, Lavalle fusiló a Dorrego y así lo anunció en un bando destinado a pasar a la historia: “Participo al gobierno delegado que el coronel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componen esta división. 
La historia juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido morir o no morir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público”. 13

Pero a los “salvajes unitarios” no les alcanzó con fusilarlo sino que, como consta en la autopsia, le cortaron la cabeza y se la destrozaron a culatazos.
Cuando Bolívar se enteró, en mayo de 1829, del fusilamiento de Dorrego, dijo que “en Buenos Aires se ha visto la atrocidad más digna de unos bandidos. Dorrego era jefe de aquel gobierno constitucionalmente y a pesar de esto el coronel Lavalle se bate contra el presidente, le derrota, le persigue, y al tomarle le hace fusilar sin más proceso ni leyes que su voluntad; y, en consecuencia, se apodera del mando y sigue mandando liberalmente a lo tártaro”14.

San Martín, que llegó hasta Montevideo poco después del golpe de Lavalle, no tenía duda alguna sobre quién era el principal responsable del crimen y así se lo decía en una carta a su amigo O’Higgins: “los autores del movimiento del 1° de diciembre son Rivadavia y sus satélites, y a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no solamente a este país, sino al resto de América, con su conducta infernal. 
Si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres, pero es necesario enseñarles la diferencia que hay entre un hombre honrado y uno malvado”.15
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Referencias:

1 Vicente Fidel López, Historia de la República Argentina, Buenos Aires, Sopena, 1960, pág. 551.
2 José Luis Busaniche, Historia argentina, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1972.
3 Ídem.
4 Carta de Ponsonby a Dudley, Buenos Aires, 2 de enero de 1828, en René Orsi, Dorrego y la unidad rioplatense, Buenos Aires, Colección Pensamiento Nacional, 1991, pág. 446.
5 López, op. cit.
6 Guillermo Furlong, “Rivadavia y el asesinato de Dorrego”, Revista Todo es Historia, Nº 43, noviembre de 1970.
7 Carta de Salvador María del Carril al general Lavalle, fechada el 12 de diciembre de 1828, en Ángel J. Carranza, El general Lavalle ante la justicia póstuma, Buenos Aires, s/e, 1941.
8 Carta del general Lavalle al almirante Guillermo Brown, fechada en Navarro el 13 de diciembre de 1828, día del fusilamiento de Dorrego; en Academia Nacional de Historia, Documentos del almirante Brown, Buenos Aires, 1958-1959, 2 tomos.
9 José Arturo Scotto, “Notas historiográficas”, sección Efemérides Americanas de La Nación en los años 1907-1910, tomo III, Buenos Aires, 1910.
10 Cartas de Dorrego a su esposa e hijas, poco antes de ser fusilado el 13 de diciembre de 1828, en Rodolfo Trostiné (compilador), Dorrego, testimonios de una vida, Buenos Aires, Sociedad Impresora Americana, 1944.
11 Ibídem.
12 Adolfo P. Carranza, Guillermo Archával, Alocuciones y panegíricos, Buenos Aires, Imp. de M. A. Rosas, 1907, págs. 243-244.
13 Capdevila Arturo, Historia de Dorrego, Buenos Aires, Editorial Espasa-Calpe, 1949, pág. 215.
14 Simón Bolívar, Obras Completas, ordenada por el gobierno de los Estados Unidos de Venezuela, La Habana,, 1950, vol. III, mencionado en Orsi, op cit.
15 Furlong, artículo citado.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

tumba de Dorrego en el Cementerio de la Recoleta

Cnel. Manuel Dorrego (1787-1828) – Héroe de la independencia, conocido por su coraje, amado por sus soldados. Dorrego fue deportado por Juan Martín de Pueyrredón, a su regreso fue gobernador de Buenos Aires y Jefe del partido federal, pero en Navarro fue derrotado por Lavalle y fusilado. Momentos antes de morir Dorrego escribió una conmovedora carta a su esposa que se transcribe a constinuación:
“Mi querida Angelita: En este momento me intiman que dentro de una hora debo morir; ignoro por qué; mas la Providencia Divina, en la cual confío en este momento crítico, así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos y suplico a mis amigos que no den paso alguno en desagravio de lo recibido por mí. Mi vida, educa a esas amables criaturas, sé feliz, ya que no lo has podido ser en compañía de este desgraciado. Manuel Dorrego”.
Su deseo no se cumplió, ya que a partir de su muerte se inició un etapa de luchas civiles y derramamiento de sangre en la Argentina. Su cuerpo fue recuperado y enterrado con honores un año más tarde por su amigo Juan Manuel de Rosas. Sobre su tumba dos claveles, uno rojo y uno blanco, están siempre presentes como símbolo de unión entre hermanos.