Las narraciones fabulosas que nos brindan los cronistas que pasaron por esta región, nos hacen saber que fue un lugar de opulencia.
por José Antonio Fuertes López para El Potosí
Las narraciones fabulosas que nos brindan los cronistas que pasaron por esta región, nos hacen saber que fue un lugar de opulencia.
Hubo un asentamiento prehispánico, el lugar en que se desarrolló formaba parte de una región que albergó a las más prosperas culturas. A los pies del Cerro, muy cerca se encontraba Cantumarca o Cantumarcani como afirma Arzans. Población nativa preincaica con 2.500 habitantes, tenía su importancia desde la época precolombina, con una población activa de trabajo minero, intensa fundición de plata. En Cantumarca como centro de la actividad argentífera se hallaba concentradas las tres áreas de movimiento económico: de la agricultura, ganadería y minería.
Los pobladores de estas regiones eran mineros tan expertos y tenían conocimiento de la riqueza del cerro.
Huayna Capac
Por el año de 1462, estuvo por estas tierras el undécimo inca, Huayna Capac para combatir a los guaraníes que invadían estas regiones. Estando en la laguna de Tarapaya, llamo su atención este majestuoso cerro al ver la forma cónica y dijo: “Este sin duda tendrá en sus entrañas mucha plata”; entonces mandó a sus vasallos para que trabajen y sacasen el rico metal.
Los vasallos al estar trabajando, oyeron un estruendoso sonido Potoj y una espantosa voz que dijo: “No saquéis la plata de este Cerro, porque es para otros dueños”. Asombrados los indios comunicaron al inca en su idioma, al llegar a la palabra del estruendo dijeron “Potocsi” que quiere decir “dio un gran estruendo”.
A partir de este hecho el Cerro Rico se convirtió en un Cerro sagrado.
Chacón Torres, afirma que esta palabra no parece tener origen quechua sino aymará, ya que como acertadamente se anota, el fonema pótoj en quechua no alude a estruendo y en aymará sí, la historia de la enigmática montaña, comenzaría con los aymaras, antes de la dominación incaica. Hoy en día se piensa que como Pótoj, en quechua no quiere decir estruendo, la versión de Garcilaso tendría un sólido fundamento, pues este cronista afirmó que Potojsi, en la lengua general del Perú no significa nada, siendo solamente el nombre propio del Cerro. Por su parte Cieza de León manifiesta que los indios llaman Potosí a los Cerros y cosas altas, quedándosele por nombre Potosí.
La leyenda de la sierra de plata y el rey blanco
Los incas irradiaron esplendor y riqueza del oro y la plata por toda América del Sur en tiempos anteriores a la conquista española. Muchos exploradores españoles fueron deslumbrados por las constantes noticias que daban los aborígenes sobre la Sierra de la Plata y del imperio grandioso que se hallaba en occidente.
Uno de ellos fue el español Juan Díaz de Solís quien tuvo conocimiento por boca de náufragos de una expedición española anterior, de la existencia de grandes yacimientos de oro y plata. Fue quien descubrió el Rio de la Plata: “llamóse primero rio de Solis”. En 1516, la tripulación de Díaz de Solís encalló en la isla brasileña de Santa Catalina, donde escucharon a los aborígenes referirse a una sierra de plata situada en el interior de la selva formada por cerros del precioso metal, lo que despertó sus ansias de riqueza.
Posteriormente Sebastián Caboto o Gaboto exploró el río de la Plata hacia el interior y que Arzans hace mención: “Volviendo al poderoso rey Huayna Ccápac digo que en su tiempo, habiendo salido grandes ejércitos de los indios guaraníes (que era una nación en el Río de la Plata, la cual descubrió Sebastián Caboto el año de 1525, distante de esta provincia de los Charcas más de 500 leguas), gente guerrera, traidora y soberbia, éstos llegaron al Perú, y después de haber hecho grandes destrucciones en las provincias se volvieron victoriosos a su naturaleza…”
Los guaraníes realizaron grandes migraciones hacia las tierras incaicas del Perú con ánimo de conquista, pero fueron expulsados. Como el que ocurrió en 1462 cuando Huayna Capac vino por estas tierras. Ellos fueron los que se encargaron de divulgar la fama de la Sierra de la Plata, de las ricas minas de Charcas. La noticia era cierta, pero deformada por el reflejo incaico, y mal calculada en su distancia del cerro Saigpurum, luego descubierto y llamado Potosí por los españoles.
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