sábado, 10 de abril de 2021

Primera Línea de Fuego Honor y Gratitud - al personal de salud que lucha por nosotros en esta pandemia del COVID19



Se estreno el documental de Silvia Sara Kochen el pasado jueves 8 de abril en la televisión publica.


trailer


Entrevista enviada por el Ministerio de Cultura de la Nación.


La médica y realizadora audiovisual Sara Silvia Kochen.

- ¿Cómo se le ocurrió hacer este documental?

- Para llevar a cabo el proyecto del padrón epidemiológico me metí en la guardia y en la terapia intensiva, un mundo que hacía mucho tiempo que no estaba en contacto, desde que hice mi residencia; y me empezó a conmover la dedicación con la que trabajaba el personal de la salud en una situación tan compleja como la pandemia mundial de COVID-19. 
En un momento dado me pareció que era importante dar el puntapié y transformar eso en una narrativa que se pudiera contar, ver y escuchar.

También lo que pensé es que la mayor parte de la gente no tenía idea de todo lo que significaba estar en todos esos lugares. 
Supongo que es natural, la gente tampoco sabe lo que hace en detalle un periodista o alguna otra profesión. 
Y me pareció que era importante que se supiera: que el personal de la salud estaba ahí en la trinchera y que salvaba vidas y daba lo mejor que podía.

- ¿Cómo fue la elección del título Primera línea de fuego?

- Con la pandemia, lo que me pasó a mí y entiendo que le pasa a la gente que está trabajando en la primera línea de atención, fue pensar: “Para esto estudiamos, para esto trabajamos, para esto nos formamos”. 
Había una elección de querer estar ahí. 
Así como estuve yo, que podía no haber ido por edad y por mi especialidad, hubo mucha gente que tuvo esa actitud. 
Y gente mucho más valiente, que estuvo en la trinchera realmente. 
Que eligió estar ahí, que decía: “Me siento bien de estar acá, porque estoy donde me corresponde y dando lo mejor”. 
Eso es lo que quería contar.

- En el tráiler del documental se puede ver que a medida que las trabajadoras y los trabajadores de la salud dan su testimonio, se sacan el barbijo y muestran sus caras. ¿Qué significa esta decisión?

- Lo hice como una estrategia visual porque la máscara te sirve de protección, pero también te oculta. 
Las entrevistas fueron abiertas, sin censura, cada uno dijo lo que quiso, era una premisa eso para mí. 
Usé una técnica de usar preguntas abiertas, con temas disparadores, les pedía que se presentaran o que dijeran qué cosas les daban miedo, por ejemplo. 
Y en ese contexto me parecía importante que aparecieran las caras. 
Quién es la persona fuera de ese contexto. A todos nos habitan diferentes personas. 
Entonces lo que yo quería mostrar también era eso: qué piensa y qué siente esa gente que está trabajando ahí.

- ¿Qué fue lo que la sorprendió de las historias?

- Los relatos de cómo se sobreponían a situaciones dramáticas, de pacientes jóvenes que fallecían. 
También la emoción de ver recuperarse casos que pensaban que no salían. 
Pero lo que más me conmovió fueron los relatos de cuando atendieron a sus propios compañeros; no sólo por la proyección de darse cuenta de que si él está ahí, vos también podés estar ahí, sino también porque se piensa que eso no puede pasar y sí pasa.
Fotograma del documetal Primera línea de fuego.

- Su trabajo como neurocientífica en la Ragcyt incluye comunicar los aportes de la neurociencia sobre cerebro y mujer, ¿qué descubrimiento en esta área podría mencionar como muy relevante para poner en discusión estereotipos de género?

- Hay muchos trabajos pseudocientíficos, algunos incluso salen en revistas de buen nivel, pero con una metodología malísima y cero evidencia, en los que se dice, por ejemplo, que las mujeres tomamos decisiones en base a emociones, no racionalmente. 
En las Jornadas de Ciencia y Arte “Cerebro y mujer”, la inspiración fuerte para mi ponencia “El aporte de la neurociencia (y no de las Pseudo-Neurociencias)" fue justamente ese tema. 
Ahora estamos trabajando para hacer una segunda jornada sobre “Cerebro y mujer”.

- Si bien desde la creación de la Ragcyt se ha avanzado en la igualdad entre mujeres y varones, ¿cuál diría usted que es el problema principal para conseguir una mayor igualdad en el campo de la ciencia y la tecnología?

- Por un lado, se utiliza el concepto de “techo de cristal” (la limitación que tienen las mujeres de acceder a los cargos jerárquicos), pero yo creo que acá, y en el mundo entero, los techos son de hormigón armado. 
De cristal, nada.

Y por otro lado, creo que un punto crítico y clave para una mujer, lo digo desde mi experiencia personal pero también porque lo veo en otras mujeres, es cuando decidís ser madre. 
Cuando iba a congresos me preguntaban con quién había dejado a mis hijos y a los hombres nunca les preguntaban eso. 
Hay una parte importante de la sociedad que te obliga a jugar determinados estereotipos, que son sumamente negativos, que te imponen determinadas cosas, que tenés que estar dando la pelea todo el tiempo para demostrar que sí, que sos buena madre. 
Yo le digo siempre a las jóvenes, tengo becarias a cargo y tengo hijas, creo que el gran truco es decir: “quiero todo, no quiero estar eligiendo: quiero ser madre, quiero ser amante, quiero ser esposa, quiero ser investigadora, quiero hacer cine”. Porque a los hombres nunca se les plantea eso. 
Nunca escuché a un varón decir: “no trabajo porque cambio el sueldo” (N. de R.: en referencia a que el costo de pagar por las tareas de cuidado de los hijos muchas veces es similar al sueldo de la madre), en cambio a las mujeres se les presenta muchas veces esa situación. 
Ese punto en crítico, el cuidado de las hijas y los hijos, que pueda establecerse de que es una tarea compartida. 
Y tiene que haber una sociedad que acompañe.

- ¿Ya tiene en mente algún otro proyecto cinematográfico?

- Con el editor de la película, Emiliano Serra, presentamos un proyecto en el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) para filmar una película sobre cannabis medicinal. 
Tenemos la intención de hacer algo más grande que la hicimos en la pandemia. Además, tengo ganas de tomar algunas historias de las Orquestas Infantiles, en especial historias de mujeres jóvenes.

Fotograma del documental Primera línea de fuego.

Ficha técnica:

2020 / 60 min / DCP 2K / Color / 16:9 / Español / Documental
Dirección, guion y producción: Sara Silvia Kochen
Montaje: Emiliano Serra
Fotografía y cámara: Santiago García Sánchez
Música: Juan Cristóbal Barcesat
Posproducción de color: Lucila Kesselman
Postproducción de audio: Adolfo Schmidt, Estudio Julirecords

Testimonios:



Sandra Azcárate, Hospital Evita Pueblo, Berazategui, jefa de Admisión de Pacientes.
Sabrina Mársico, Hospital L. Meléndez, A. Brown, médica Terapia Intensiva.
Mariela Pacheco, Hospital Evita Pueblo, Berazategui, médica residente.
Virginia Vallejos, Hospital Modular, A. Brown, directora.
Matías Gayategui, Hospital Oller, Quilmes, director.
Andrea Paz, Hospital Modular, Quilmes, administrativa.
Karina Botana, Hospital Modular, Quilmes, médica a cargo de Terapia Intensiva.
Beatriz Rodera, Hospital Iriarte, Quilmes, jefa Clínica Médica.
David Parisi, Hospital Iriarte, Quilmes, jefe de Terapia Intensiva.
Florencia Dorta, Hospital Iriarte, Quilmes, médica residente.
Diego Saez, Hospital Oñativia, A. Brown, jefe de Terapia Intensiva.
Marisa Mitchel, Hospital Oñativia, A. Brown, enfermera.
Paola de Plante, Hospital El Cruce Néstor Kirchner, F. Varela, enfermera.
Federico Cavalli, Hospital Modular, A. Brown, administrativo.
Nancy Gallo, Hospital Modular, A. Brown, enfermera.
Silvina Blanco, Hospital L. Meléndez, A. Brown, médica jefa de Emergencia.
Sergio Lage, Hospital El Cruce N Kirchner, F. Varela, jefe de Terapia Intensiva.
Juan Arano, Hospital El Cruce N Kirchner, F. Varela, médico clínico.
Ignacio Nuñez, Hospital Evita Pueblo, Berazategui, kinesiólogo de Terapia Intensiva.
Gabriela Paez, Hospital Evita Pueblo, Berazategui, médica residente.
Jazmin Saad, Hospital El Cruce N Kirchner, F. Varela, médica residente.
Rubén Berardi, Hospital Evita Pueblo, Berazategui, jefe de Terapia Intensiva.

documental completo

Una reflexión tomado de la red, pensando en un futuro mejor.

 Por un buen fin de semana de Familia (aunque en este momento sea solo a traves de una pantalla)





Existe una tribu en África, donde la fecha de nacimiento de un niño no se toma como el día en que nació, ni como el momento en que fue concebido, sino como el día en que ese niño fue "pensado" por su madre.

Cuando una mujer decide tener un hijo, se sienta sola bajo un árbol y se concentra hasta escuchar la canción del niño que quiere nacer.

Luego de escucharla, regresa con el hombre que será el padre de su hijo y se la enseña.
Entonces, cuando hacen el amor con la intención de concebirlo, en algún momento cantan su canción, como una forma de invitarlo a venir.

Cuando la madre está embarazada, enseña la canción del niño a la gente del lugar, para que cuando nazca, las ancianas y quienes estén a su lado, le canten para darle la bienvenida.

A medida que el niño va creciendo; cuando el niño se lastima o cae o cuando hace algo bueno, como forma de honrarlo, la gente de la tribu canta su canción.

Hay otra ocasión en la que la gente de la tribu le canta al niño.
Si en algún momento de su vida, esa persona comete un crimen o un acto socialmente aberrante, se lo llama al centro de la villa y la gente de la comunidad lo rodea.
Entonces le cantan su canción.
La tribu reconoce que la forma de corregir un comportamiento antisocial no es el castigo, sino el amor y la recuperación de la identidad.
Cuando uno reconoce su propia canción, no desea ni necesita hacer nada que dañe a otros.
Y así continua durante toda su vida.
Cuando contraen matrimonio, se cantan las canciones juntas.
Y finalmente, cuando esta persona va a morir, todos en la villa cantan su canción, por última vez, para él.

"Puedes no haber nacido en una tribu africana que te cante tu canción en cada una de las transiciones de tu vida, pero la vida siempre te recuerda cuando estás vibrando a tu propia frecuencia, y cuando no lo estás.

 
                   Sólo sigue cantando y encontrarás tu camino a casa".

lunes, 5 de abril de 2021

tangomolino- como empezó todo

 por Nastasja Sas




"El molino

en este punto donde estaba

donde empezar a contar

en todas direcciones

He encontrado mi medio

y viví mis miedos

el mareo me paralizo

Sentí mis miembros envenenados

y sin embargo mi alma es

a pesar de todas las cargas terrenales

voló sobre el cielo"

 

... Escribí este poema sobre "mi" molino. 

Estos muros decadentes fueron mi hogar en Buenos Aires durante meses, junto a él, al otro lado de la calle, el Parlamento. 

Después de las noches de baile, tomando un taxi hasta el amanecer, "¡Esquina Rivadavia y Callao por favor!", empujé el pesado portón y me arrastré con una pequeña linterna por incontables escalones hasta el techo. 

"Me cuesta mi amor te lo juro ..." le expliqué a mi compañero de baile, que era mucho mayor que yo, él solo sonrió y negó con la cabeza con una mirada a mis piernas. 

La Confiteria del Molino es un lugar mágico, que alguna vez fue un brillante café y hotel, ahora habitado por unos pocos que han aceptado los desafíos de un edificio de este tipo y prefieren encender su cigarrillo afuera porque la tubería de gas tiene una fuga en el interior en algunos lugares. 
De hecho, hay un ascensor, el mismo que en el Titanic, como me dijo mi compañero de habitación, pero este había abandonado el fantasma unos días antes de que me paré con mis maletas en el hall de entrada al pie de la baranda ornamentada y miré los empinados escalones de mármol escépticamente. 

Pero nada en el mundo me hubiera llevado a su versión funcional, el ángel dorado que adorna sus alas sobre las puertas, no presagiaba nada bueno para mí.

Me pareció bastante atrevido tomar el autobús a casa desde la milonga a las 4:00 de la mañana y apurarme por las calles desiertas hacia mi molino, siempre a paso firme, pero siempre con todos los sentidos excitados. 

Mi corazón latía hasta mi cuello con bastante frecuencia, la sangre corría por mis oídos, escuché suficientes historias de terror, todo ese tiempo en Bs. As. pero en realidad no me pasó nada.
La escalera era casi más aterradora que la calle abierta. 

No podía ver mi mano frente a mis ojos hasta que compré una mini linterna de un vendedor ambulante. 

Mis compañeros de cuarto me admiraban por esta idea y por eso pensaban que era muy europeo, yo pensaba que era práctico en el mejor de los casos. 

Me entristecí bastante cuando las pilas de mi lámpara se agotaron en Viena, pero las guardé de todos modos. Como recordatorio. 

Es rojo, como el calzado deportivo que compré la primera semana. 

Por los baches en las aceras, un tobillo fracturado, eso estando en Bs. As. no ha sido una ventaja.

Hay bastantes mitos sobre mi molino. Se dice que en el proceso quemó y mató a toda una familia. Entonces una y otra vez la historia de que en nuestro departamento habían sido interrogados opositores a la dictadura militar y no solo eso. 

Uno de mis compañeros de piso me mostró una pared espejada el primer día y sí, detrás de ella una habitación estrecha que ciertamente no era un armario. 

Cables delgados y blancos serpenteaban por los techos y las paredes, desaparecían en ellos y colgaban sueltos. Una habitación está insonorizada, otra con agujeros de bala en la pared.

Mi habitación, la sala de estar, con un balcón en el que pisé sabiendo que podía despedirse en cualquier momento bajo mis pies. 

Me encantaba sentarme en mi sofá de plástico verde, completamente vestido, envuelto en mantas de colores y con un sombrero en la cabeza para mirar el enorme ventilador en el techo de al lado, brillando a la luz de la mañana. 

Como una meditación, dejé que vinieran todos los pensamientos, los apreté con fuerza y ​​los dejé ir y escuché los golpes sordos de los tambores, que me llegaban a través de las manifestaciones. 

La puerta del balcón tenía grietas tan anchas que podría haber apretado la yema del dedo en el medio, pero no hice eso, después de todo, no quería empeorar la situación. No había calefaccion, un verdadero living argentino.
Sin saber exactamente de qué se trataba, ahora lo sé, era un trozo de historia argentina, este lugar, este mi molino y lo sentí, me encantó y nutrí donde más lo necesitaba. En mi alma

Se dice que el Molino se construyó en el punto 0 de la ciudad. Desde este punto, la ciudad se esfuerza por el norte y el sur, el oeste y el este. Incluso si esto no es cierto, uno podría creer que me habría desgarrado allí, en cambio, rara vez fui tan yo como en esta coordenada cero.

Además de las milongas y la enseñanza, solía ir al estudio de ballet más cercano. Pertenece a un gran maestro, y sí, he olvidado su nombre, probablemente porque bailé allí, para poder tomar una ducha caliente después. 

El baño del Molino estaba equipado con un monstruoso calentador de agua instantáneo, pero hasta mi último día no tuve la habilidad de sacar agua tibia de la cosa, por eso solía estar debajo de la ducha con cierto pre-frío. . 

Solía ​​imaginar que los antiguos baños termales explotarían y que me haría pedazos en el proceso. Vi uno de mis globos oculares pasar volando y todo tipo de cosas quemadas volando alrededor. 

De hecho, mi imaginación está floreciendo, un buen requisito previo para ser artísticamente activo. A veces me imaginaba una playa con sol y mar - 40 grados a la sombra - así que autosugestión, pero sin resultado. ¿Mencioné que estaría en Buenos Aires. ¿estaba?

Algunos días y noches eran tan fríos que las paredes de mi habitación parecían hechas de hielo. "La humedad te mata" es lo que dicen los lugareños y cuando mi amiga Luz y yo bajamos las escaleras para ir a la milonga, hacía más frío a cada paso. Las paredes parecieron congelarse, la barandilla de metal, los escalones, todo tintineó con un frío helado. Las calles estaban casi vacías en ese entonces, la milonga definitivamente lo era.

Mi Molino y yo, mis amigos, mi Molino y yo, mi tango, mis amigos, mi Molino y yo, lo pasamos muy bien, llenos de sombras del pasado y llenos de luz. Vida pura, sin aliento, fácil de dar, devorada con avidez. Aspiró todos los poros y llenó todas las células con él, ¿y ahora? Luego de un final en Bs. As. un comienzo en Viena. Molino mío, tus huellas en mi corazón continúan ahora, como siempre, como en un ritmo tangible.

 


Natasja Sas, austríaca y bailarina de tango junto a uno de los ascensores que, le dijeron, eran iguales que los del Titanic. Vivió en el quinto piso de Del Molino

Cuando la bailarina se alojó allí -fueron unos meses durante el año 2009- la confitería ya estaba cerrada. “Nadie podía entrar ahí. En lugar eso descubrí, en el ático, una máquina que era muy interesante, pero ni un amigo que era ingeniero sabía muy bien para qué servía. Hoy se que es el mecanismo que movía las aspas del Molino de la fachada. Cuando vuelva a Buenos Aires quisiera verlo porque lo llevo en mi corazón”.